lunes, 15 de octubre de 2012

Semana Horribilis

La semana comenzó en blanco y negro. Y conforme avanzaba se tornaba zaina. 
Tensión, nervios, cansancio, irritabilidad y volatilidad emocional. Resumiendo, al borde de la demencia. 
Por eso hay días, (en éste caso, semana) en los que te gustaría haber pasado página. Ahora entiendo a William Foster , -Día de Furia-, cuando decidió enfrentarse a las adversidades de una forma violenta. Ahora lo entiendo más que nunca pues casi he traspasado esa delgada línea que existe entre la furia feroz y el delirio desmesurado.
Mi super-semana, -llamémosla así por no llamarla mierda de semana-,comienza el domingo con el canijo y la olvidada fiebre. Cuatro meses cuatro, ha tardado en golpear, de nuevo, a nuestra puerta el germen infeccioso. Y una, señores, se acostumbra a lo bueno, o mejor, no quiero ser tan osada, a lo "falso-bueno."A, "virgencita, virgencita, que la rachita me acompañe y mi niño los virus los engañe." Pero si hacemos una lectura con sentido común, -algo que las madres, a veces, nos resulta desquiciantemente ajeno-, este "falso-bueno" resulta ser como excremento de vaca por lo enorme del autoengaño pues los niños los tres primeros años de vida están predestinados a caer en manos de virus, exantemas, catarros, gripes, gastroenteritis, otitis, varicela, rubeola....sí o sí.
Decidimos llevarlo al médico. Siendo domingo la única opción, ir por urgencias. Diagnóstico: cuadro vírico. Ibuprofeno y esperar. Se te queda una cara de gilipollas estúpida, o a mí por lo menos, cada vez que te dicen: "...es un virus. Y los virus, ya se sabe; hay que esperar a ver que traen..."
¡Cómo me revienta esta frase! Además, si la aderezamos con cierto tono desidioso, jode aún más. Creo, y esto es una observación mía, quizás sea retorcida y malpensada, pero estoy convencida o casi, que sino todos un porcentaje alto de pediatras, y sobre todo de urgencias, les fastidia que vayas sin esperar al día siguiente para ir a tu pediatra de cabecera porque el niño no tiene fiebre alta, -para mí fiebre alta es 38º. Y lo traigo porque me sale de la peineta. O hay que esperar a que el niño convulsione-, y se le jeringue su sugestivo, fascinante y delicioso plan de tocarse las pelotas narices durante la guardia. Con lo cual los diagnósticos que hacen suenan más a una producción en cadena que a un juicioso y vehemente criterio médico. Fíjate, sería más sencillo que te dijeran: ¡Te jodes! En mi humilde, sincera, aunque no contrastada opinión, esta es la verdad que esconde la dichosa y trillada frase.
A partir de aquí comienzo a rumiar  y alimentar mi semana horribilis. Mi día de furia. Mi vía crucis. Mi, ¿por qué a mí, Señor, por qué? Mi semana de chica de la cruz roja. Mi semana de, "Mami, no te separes de mí o lloro, me lo hago encima, vomito, o, o.." Mi semana de blasfemias, improperios y crosería arrabalera manifestando mi disconformidad con el chantaje emocional que estoy padeciendo en mi moribundo cuerpo.
Tres días de fiebre alta, sin síntomas de toses, dolor de oído o vómitos que hicieran pensar que las placas de pus, ésas desterradas AMIGAS, nos iban a recibir con un inmisericorde..."Ya estamos aquiiii iiiiii..." Como agua de mayo las esperaba. Con lo brazos abiertos. A puerta gayola. Con resignación cristiana. Con mis fuerzas de madre coraje por los suelos. Bajo mínimos. Como zombie recién parida   The Walking Dead. Irritable como la gata sobre el tejado de zinc. Requetemelodramática,  extraordinariamente decaída, increíblemente decrépita....Y así, hasta 234.567 adjetivos superlativos más.
Y con esa ansia e inquietud del desenlace viral, el destino me sorprendió sin piedad ni compasión haciéndome caer como toro cuando le dan la puntilla. Mostrándome hasta donde el egoísmo puede hacerse patente olvidando lo que verdaderamente importa, tu hijo.
El canijo al cuarto día fue al colegio. Firmemente convencida de que todo estaba bien. No pasaron ni tres horas cuando me llamaron para ir a buscarlo. Recogí a un niño quejoso y desanimado. ¡Éste no es mi niño! Pensé. "Mami, me duele la cabeza." Repetía. No me hizo falta más. Rápidamente al médico. Sorprendentemente nos libramos de una meningitis. Susto no, ACOJONANTE...
Esto ya fue la guinda del pastel a mi Semana Horribilis. No atendí a ese instinto que decimos tener, y que todo el mundo confirma: "quién conoce mejor que a su hijo que su propia madre." No fui capaz de darme cuenta. Si. Mi instinto no funcionó. Nono. Mi instinto simplemente, no estaba. En mi cabeza lo único que reinaba era el agotamiento físico y el desgaste emocional que me mantenían sumida en una incoherencia mental de mil pares donde la furia y el delirio desmesurado me apartaban de lo importante, mi hijo.

   

6 comentarios:

  1. Muchos ánimos, espero que pronto vuelva todo a la normalidad. Hay épocas agotadoras en todos los sentidos, no sabes como te entiendo. Un fuerte abrazo reconstituyente ;)

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    1. Por fin todos recuperados...Y con tiempo para recargar pilas y seguir adelante.
      Gracias guapa.
      Besos

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  2. ayyy ánimo guapa!!!! espero que el peque esté mucho mejor

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    1. Hola Zu!! El canijo, recuperadísimo. Una nueva experiencia en esto de la maternidad.

      Besos, guapísima.

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  3. Hola Chichi!! Espero tu canijo este mejor y tu tambien. Te echo mucho de menos. Besotes gordos y achuchaos.

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