miércoles, 18 de junio de 2014

40+1=???

Este año no lo celebro. No tengo ganas. No me apetece. Tampoco pasa nada, no es obligatorio.

Bueno, venga, tengo que animarme
por mi canijo que cuando le pregunto lo que me va a regalar me dice:

"Una muñeca, mami. Una muñeca princesa para que la cuides. "

Nada más que por ese regalo, ¡¡¡haré de tripas corazón!! Pero si soy sincera, no tengo ganas. Luego me veré tirada en el sofá y pensaré arrepentida: "¡vaya mierda! Podía estar disfrutando del día en compañía de amigos en vez de estar aquí pelando la pava como cualquier otro día. Es mí cumpleaños y los cumpleaños son fechas especiales que también están en el calendario. 18 de Junio, esta es mi fecha." 

Nací en Corpus; fecha que coincide con la feria de Granada. Debe ser que por eso tengo cuerpo sandunguero y me gusta una fiesta más que a un tonto un lápiz. Con todos mis respetos a los y las tontas de este lado del Atlántico, del Mediterráneo, Cantábrico...y si me apuras, hasta mis paisanos de las islas Antípodas, los pingüinos crestados o pájaro bobo. ¿!Paisanos¡? Si. ¿Por qué? Por que antes era lo más parecido a La Roux, con mi cresta moderna y cool, y ahora soy hermana de sangre de aquí, mi primo el Pingüi. 

La edad y el cambio de look. Dos hechos. Dos realidades unidas con un único fin: ¡Amargarte la existencia! Un ANTES, un DESPUÉS; soy la prueba de ello. 

Cumplo 40+1 años. Mi autoestima está por las NUuuBES….¡¡¡Yupi!!!

Mi madre siempre recuerda mi nacimiento con cuatro palabras: calor, kilos, retención de líquidos y entuertos. Es maravilloso oír, a la madre que me parió, cuando recuerda el embarazo y el parto de aquí, la que parió hace 40+1 años: 

"¡UuuuuF! Ni me lo recuerdes. ¡¡¡¡Qué calor!!! Encima en aquella época que teníamos el Renault 6;  por aquellas carreteras comarcales sin aire acondicionado, con una calor para crujir. !Uuuuyuyuy! Y gorda. Gooorda como una ceporra. Hinchada por la retención de líquidos. ¡Vamos! Cuando rompí aguas, -en hectómetros cúbicos-, podía haber llenado el sexto pantano más grande de España. ¡¡¡Sería por hectómetros cúbicos!!!
Desde las cinco de la tarde de un sábado, qué fue cuando me puse de parto, hasta las nueve de la mañana del domingo que nacíste; ¡¡lo que pasé!! 
Y después, después vino lo mejor: los entuertos. ¡Qué dolores! ¡Aaaaay! En vez de haber nacido en Corpus tenías que haber nacido el viernes de Dolores.

Mi madre, toda sensibilidad...

Hoy es 18 de Junio y cumplo 41 tacos. He estado buscando el significado del 41 por curiosidad y por encontrar, en el mundo esotérico, el ánimo que ahora no tengo. Según el "manual de la numerología",  (¡Oiga! ¡Para todo hay un manual! Y si lo tiene  la granja de Caillou, ¿por qué no la numerología?) , dice que todos los números de dos o mas dígitos pueden ser reducidos a uno. Con lo cual, sólo necesitamos saber el significado del 1 al 9. Pues ¡Hala! Vamos a ver.

41 = 4 + 1 = 5.

¿¿¡¡¡El 5!!!?? Uuuufff, la rima fácil, -les rogaría que no la hicieran, la burla-, pero el 5 mola. Cinco, son los años que próximamente cumplirá el Canijo. Cinco, son los sentidos humanos. Cinco, son los besos que te voy a dar, caracol, col, col, col. Cinco, lobitos. Cinco, es un número primo, es el símbolo de la libertad, la adaptabilidad, el espíritu viajero y aventurero, pero también de la inconsistencia y del abuso de los sentidos. Expansivo y sociable, de nuevas y visionarias ideas; de pensamientos rápidos, polifacético, curioso y explorador; ingenioso a la hora de utilizar la libertad de forma constructiva. Es el número de la fortuna, la magia y la aventura. 

¿¡Entonces!? El cinco, es la ¡hostia! 

Son las 7:30 de la mañana; mi mejor felicitación, la de mi hijo. La otra, la de mi pareja que desde mis 18 lleva, 23 conmigo. Ahora que lo pienso:

18= 1+8= 9
23= 2+3= 5
9+5= 14= 1+4= 5

¿¡¡¡Os dais cuenta!!!? El 5 es el ¡copón! Ahora no suena tan mal cumplir 41....Su significado lo vale.





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jueves, 12 de junio de 2014

Bruno y los extraterrestres

 

"Mami, ¿¡y qué pasaría si todos los que vivimos en la isla nos muriéramos y vinieran los extraterrestres!?"

Eran las 8:40 de la mañana y el Canijo se estrenaba con una de esas preguntas que te dejan relajado el trasero. ¿¡Marcianos!? ¿¡Alienígenas!? ¿!Crónicas Marcianas!? Uuuufff, ¡y yo con estos pelos! Este niño o es un visionario,- dado que por el camino que vamos su futuro lo veo más en Marte que en la Tierra-, o por el contrario esa facilidad, innata, para pasar de un tema a otro,-primero con las momias egipcias y ahora, con los extraterrestres-, es la señal inequívoca de que si ahora es la existencia o no, de vida inteligente, en breve puede que sean las cigüeñas que vienen de Paris y traen niños a lo que me apostaría mi dedo índice que, ya saben de su importancia para determinados quehaceres de higiene personal, me preguntaría: ¿¡Mami, pero cómo va a ser eso!? Las cigüeñas no pueden traer niños y menos de Paris, ¿por qué entonces yo nací en la segunda planta del Hospital y en Tenerife?…. 

¿!Lo creen exagerado!? Pues tiempo al tiempo. 

Como iba diciendo, una, a esas horas tiene la programación matinal en la cabeza; los restos de ese maravilloso sueño que te dejó a las puertas de una noche lujuriosa con el pibón de turno; el insulto, mental, ojo, porque todos los días pillas la puñetera cola de tráfico a pesar de que siempre juras y perjuras que al día siguiente saldrás más temprano de casa para evitarla; o qué sé yo. ¿¡¡¡¡Pero en marcianos!!!?? Les puedo asegurar que no. Que una no va pensando en una posible invasión alienígena, no. Bueno, ….No pondré la mano en el fuego. 

Pero como siempre, al igual que la cabra tira para el monte, la madre, que tiene tanto de cabra como de extraterrestre, entra al trapo. 

-"¿¡Canijo!? Pero, ¿¡nadie, nadie, nadie!? ¿¡Todos tiesos, kaput, fiambres!?"
-"Si, Mami!?"

Claro, me digo, ¿¡qué tiene de raro!? Si nos vamos todos al hoyo porque no dar paso a otra civilización y la de los marcianos mola, mola mazo. Aunque, bonita herencia les dejamos. 

-Entonces, ¿qué pasaría, Mami?

A ver, pienso, ¿que linea argumental seguir? ¿Propia, o más estructurada y sofisticada? Jimenéz del Oso,  Iker Jiménez, Ray Bradbury….. Gloria Fuertes...  

- Pues nada, que vendrían y aterrizarían en la playa de las Teresitas todos en pelotas.

- Maaaaami pero, ¿los extraterrestres no tienen ropa? Y entonces, estarían enseñando todo el tiempo los testi……los…..

Enseguida, con ávida rapidez, zanjé el tema para que no derivara en un jardín del que no salir….

-¡No, Canijo!!! No tienen ropa. 


No me pregunten por qué, pero la improvisación es lo que tiene. Y dije en "pelotas", quizás inconscientemente, imaginando que al ser seres superiores lo son en todos los sentidos y digo, en todos.  

- Mami, ¿y qué comerían?

¡Y yo que sé! -Eso fue lo primero que quise decirle pero la mala conciencia y por no ser una madre descortés, decido continuar con el encuentro marciano. 

-¡Hombre! Si vienen a Canarias lógicamente la dieta tiene que ser la del terruño, la canaria, ¿no? Así que comerían plátanos y gofio.
- Chassssss! Y, ¿patatas fritas no?

Mira que lo intento pero godito, godito hasta en la ficción...

- Bueeeeeno, eso de postre. Los marcianos son algo díscolos. Y además tienen una dieta disociada. 

Aquí me quedé más ancha que pancha en un intento porque se rindiera y rematar el tema: "invasión extraterrestre". Pero…..

-¿¡Mami!!!!?

¡No! ¡Más, no!

- ¡Queeeeeeeeeé!
- Y,  ¿los extraterrestres que utilizarían para que los coches caminasen?

No lo pensé.

-Plátanos, canijo. Utilizarían como combustible, plátanos.



Continuará…así me lo dijo el Canijo esta mañana.


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martes, 3 de junio de 2014

Mamá y las "foles" de Bruno, mi nueva identidad.


Nací un dieciocho de Junio de hace ya casi cuarenta y una primaveras, y echando la mirada atrás todavía recuerdo esos corrillos en el patio del colegio donde divagábamos con cándida y aparente profundidad, es decir, con el pavo que nos daba la edad, imaginando qué echaras gastaríamos cuando la pubertad hiciera visible las modificaciones propias del paso de la infancia a la edad adulta. Pues bien, ahora me doy cuenta que teníamos demasiada prisa por crecer y por qué no decirlo, por alcanzar una realidad para le que muchas de nosotras, ni por asomo, creíamos haber nacido para ello, la maternidad. 

Recuerdo como de pequeña, tendría unos seis años, junto con mi madre, estábamos viendo un documental sobre maternidad en el que se contaban las experiencias de un sin fin de mujeres embarazadas. Hasta aquí, todo bien: me parecía un estado confortables e incluso entrañable algo, quizás,  común para una niña: no extrañar el rol reproductivo al que las mujeres estamos encadenadas desde el inicio de la creación, pero toda esta confraternización de género duraría lo que dura un fósforo encendido. En el mismo instante que la escena del parto se hizo presente  en la pantalla de nuestro televisor Vanguard de veinticuatro pulgadas, menos mal que era en blanco y negro, mi desconsuelo fue tal que lo único que alcancé a decirle a mi madre con total convicción fue: "¡Mamá, nunca seré madre!"

Pero estas palabras que sentencié con conocimiento claro y seguro, cuando aún era una cría con coletas y calcetines, me acompañaron hasta que cumplí treinta y seis años que fue cuando me enteré que a partir de ahora dejaría de ser aquella niña horrorizada y atemorizada ante la idea de ser madre.

Ante tal noticia, y sin soltar aún el lastre emocional, la conmoción y la inquietud fueron mis primeras sensaciones. Conmoción por el estado al que me enfrentaba: superar el desasosiego sobre ese lado oscuro de mi vida; e inquietud, por peder mi individualidad: Yolanda pasaría a un segundo plano.

Así que  en esta encrucijada emocional en la que habitaba, en las postrimería de mi futura maternidad, reinaba a golpe de martillo la renuncia y el encaje de una nueva identidad, ahora sería la "mamá de …" en la consulta de pediatra, en la guardería, en el colegio, en los futuros encontronazos con la jauría de mocosos en el parque, en los cumpleaños...

Se trataba de una tarea dura el deconstruir el mecano de todo un ideario de vida para dar paso ala edificación de una nueva identidad; para descubrir desconocidas capacidades que antes reconocía en otras mujeres de manera ajena. Se trataba de decir adiós a ése anonimato maternal, al que ni por asomo quería pertenecer, y saludar otra vida.

Pero poco a poco el miedo pasó, se deslizó como gotas de agua en una cristal, aprendí rápido a convivir con las alteraciones hormonales, propias de dicho estado, hasta el extremo de lo más ñoño, y en el que no me reconocía, como llorar por ver la serigrafía de un bebé en un pijama de pre-mamá: ¿¡habrá cosa más ridícula!? A cohabitar con las incómodas náuseas de los tres primeros meses yaciendo como cadáver en el sepulcro por no poder con mi alma. A comer sin sentido, con abuso lascivo, sin juicio alimentario, pasándome las indicaciones médicas por el arco del triunfo: en mi caso mi desobediencia prenatal fueron los aperitivos salados, sólo ellos son capaces de causar un placentero y sugestivo regusto propio de la ambrosía: "¡vivan las grasas saturadas!" Me repetía a cada engullida. A vivir presa del pánico por no cruzarme con un gato y a mortificarme viendo como otros metían en paladar el exquisito loncheado del mamífero ibérico, "el pata negra", evitando así la temida toxoplasmoxis. ¡¡Cuánto sacrificio, Dios miso!! A sortear, con resignación cristiana y mucha diplomacia, las cáusticas profecías sobre el sexo del bebé, fundamentadas sobre una base científica irrefutable; el volumen y la forma de tú protuberante panza, si la barriga era puntiaguda sería niño, mientras que si la tendencia era "barriga bajera", sería niña. A convivir con los sofocos, los grandes enemigos de las menopáusicas y los míos, durante mi buenaventura preñeril. El indicador, evidente, de que mi cuerpo se convertía en un horno para bollos, eran los enorrrrrrrmer cercos que aparecían en mis axilas, a modo de galletas no, galletones, diría yo. ¡Cuanto llegué a comprender a mi santa madre por aquel entonces! Ahora la que se burlaba de mí era mi santa: "¡Estás probando de tú propia medicina", me decía la muy rencorosa.

Y qué decir de las visitas al ginecólogo. O de la primera ecografia en la que miras, miras y vuelves a mirar, más despistada que un mono en una feria, y te sueltan: "¿¡mira, ahí está!?" "¿¡Lo ves!?" "¿¡Ves a tú hijo!?" Y tú, en vez de soltar un sincero: "No veo un carajo", prefieres echar mano del hipócrita disimulo en aras de no restarle emoción al momento tan bucólico evitando uno, pasar por el ridículo de gestante primeriza ignorante; dos, madre cruel sin atisbo de instinto maternal y tres, por no quitarle la ilusión al que te preñó de lo que él decía que sí, que sí  que lo veía; mientras que yo, con gesto de incredulidad, me dedicaba a seguir la hebra con un escueto y falso: "¡AAaaaaah, claaaaro!"

Y así millones de cosas más, que nueve meses dan para mucho, y no todo es de color fresa, no. Señores y señoras la grávida travesía es, a veces, como atravesar el desierto intentando buscar el deseado oasis donde explotar. Pero heme aquí cacareando, riéndome de mí misma, ironizando con éste nuevo modo de vivir a puerta gayola, relatando, en tinta y papel, un recién estrenado e ignoto universo con dos protagonistas: Yolanda alias "mami, mamita" y el embrión microscópico Bruno, lo que suma el universo de "Mamá y "las foles" de Bruno".

Así que la vida a veces es una notica inesperada como lo fue la mía cuando me enteré que iba a ser madre. Ser madre es una viaje que dura toda la vida que es imposible resumir en un segundo o en cuarenta y cinco minutos o en nueves meses. Ser la Mamá de Bruno a veces parece muy poco pero otras es intensa, viva, gustosa, complaciente y toda una aventura porque ahora YO es NOSOTROS, mi nueva identidad: "Mamá y "las foles" de Bruno". 


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