viernes, 31 de agosto de 2012

Miedo

¡Vamos, qué nos vamos!  Madres, padres del mundo ¡estamos de oferta! ¡Estamos qué lo tiramos! Este verano de tupper y nevera, tenemos de todo. El descubrimiento del León Alex, la oficial capitana Chantel DuBois (la Blade Runner de carmín rojo), Eli, nuestro amigo imaginario, los marcianos de lenguaje arrabalero, el Tiranosaurio Rex, el Tiranodón, el Triceratops y el túnel del tiempo, el Mono Pepe, el Mantequero, el gato negro, el perro, el Bute, Tom y Jerry, la carne en salsa, las migas con sardinas y el zumo de melocotón. Y todo esto, como el martini con vodka, revuelto, que no agitado, se ha instalado en la corteza cerebral de mi terremoto. Pasajeros alojados en el hemisferio derecho del cerebro de mi canijo que pasan de manifestarse como fenómeno paranormal o personaje de Poe para transformarse en sujeto y verbo, en afirmación: "¡Mamá, tengo MIEDO!"
A puntito de cumplir los 3 años,  el que antes era conocido como Juan sin miedo, ahora es como  antílope delante de león, aterrorizado y asustado. Escondido entre mis faldas. ¿Mamí, qué es ese ruido? ¿Dónde está? Estas preguntas son Trending Topic en nuestra humilde morada chicharrera. 
Miedo a la olla express. Miedo a las motos con escape libre. Bueno con esto, miedo NO, a la hoguera con ellas. Y detrás,  el listo o lista que los pone. Que se me ocurre a mí donde puede meterse el tubo para quedar libre de escape y pecado. Miedo a los perros; grandes, chicos, medianos. Miedo a la oscuridad. Miedo al ruido. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo del miedo...Cobardes miedos
Dicen que los miedos infantiles son universales. Que es lo mismo que decir que todos los niños están cortados por el mismo patrón. O lo que coloquialmente se conoce como miedos evolutivos, es decir, propios del desarrollo de un niño. O sea, nada que me pueda alarmar, ¿no? Pues no, todo lo contrario. El hecho de que su aparición sea normal no quiere decir que no los tengamos en cuenta.
Así que lo mejor para combatir estos miedos evolutivos y de orden "pasajero" no será dramatizando, ni minimizando excesivamente el desasosiego del enano. La principal receta será, para que no se instalen en sus vidas como inquilinos permanentes, mucho cariño y comprensión. ¿Quién dijo, miedo? LOVE, LOVE, LOVE...  
Estamos de oferta. Estamos de estreno. Una nueva etapa. Un nuevo recorrido. Otro escalón a superar en el ascenso de la escalera del mundo maternal: El Miedo.



martes, 28 de agosto de 2012

Sesión Matinée "Cine 35"



Con 35 meses nos hemos lanzado a otra de las aventuras de la socialización canijil: Sesión Matinée Summer o de Cine. ¿Osadía? ¿Incautos? ¿Alma de cántaro? ¿Manirotos? Estando como está el patio con la prima, la sobrina, los recortes y los pespuntes, ir al cine para que a los cinco minutos tener que salir escopeteados después de "soplarte" 20 napos es poco menos que comparable a quitarte un 1/4 de riñón. Así que de ricos, nanai. 

A pesar de ser conscientes del despilfarro nos lanzamos al precipicio cinematrográfico. A un suicidio en el manejo de la lides cinéfilas de mi piccolo Luchino Visconti. Por lo que nos han contado otros padres puede pasar de todo, pero básicamente las opciones pueden ser: que aguante toda la película y disfrute con ella, que aguante todo la película pero la experiencia no le guste demasiado, que haya que salir antes de tiempo del cine o que se duerman durante la película.

Pero a grandes males, grandes remedios. Quisimos ser cautos para que la misión "Cine 35 meses" tuviera un RELATIVO, ÉXITO. Para ello, practicamos algunos trucos para salir indemnes.

Hacer la prueba en casa: tanteando el terreno.

Con lo único, lógicamente, que se puede realizar la experiencia piloto es con un film de contenido infantil a ser posible dibujos. ¿Manga? ¡Nooooo! Ya sabéis: Rey león, Toy Story, Cars 2....
Primer inconveniente: en casa no hay películas de dibujos. Y claro, un clásico de Alfred Hitkock, Casa Blanca, El Halcón Maltés o la Gata sobre el tejado de zinc, va a ser que no. Plan B. Tirar de suministro ajeno, esto es: cuñada o amigos. O, del canal infantil y vamos que nos las ventilamos.

Observar. Es clave. Si el niño permanece tieso como la mojama. Paralizado y rígido como cuando se tiene una bajada de potasio, durante una hora ¡E Voilá! ¡Listo! Está preparado.
Pero si, por el contrario, es de culo inquieto, cinco minutos sentado, cinco de pié, ¡olvídalo! O, arriésgate. Nosotros lo hicimos.

Repetir hasta la saciedad lo divertido, chulo, chachi piruli, chufletero, chirigotero que será ir al cine. Esta actividad se ha de realizar a lo bruto. Sin tacañería e indiscriminadamente. Mañana, tarde y noche. Unas 41344712947317923...veces. Vamos que si el niño no acaba por pillar lo maravilloso, cautivador, fascinante, deslumbrante y hasta babilónico que será disfrutar de semejante experiencia, olvidado. El niño o está sordo, o se la SOPLAN tú y tus técnicas de mercachifle sobre sugestión psicológica.

Elección de la hora depende. Depende, de cómo sea el canijo. Si es como el mío, de rutina espartana, ¡Chungo! Debería llevarlo a las 7 de la mañana para que se mantenga despierto y no se convierta en una criatura mitológica de naturaleza malévola capaz de sabotear cualquier estreno de la Warner Bros, Fox, Disney o del mísmisimo Steve Jobs, antes de que pasara a mejor vida.

Explicar que es el silencio. La discreción y la vergüenza no son actitudes que venga de serie con el niño. Hay que cultivarlas. Con paciencia y cuajo. Con lo cual, pedirle a un niño que su nivel de voz sea inferior a 65 decibelios sería como pedirle a Kárpov que se dejara ganar por Kaspárov. Entonces, ¿qué hacer en el cine? ¿Vendarle la boca? No. Simplemente recurre, de nuevo, a la repetición quedándote sin aliento. Violeta. Morada. A punto de hacerte el masaje cardiaco: "ssssshhhhhhh....ssssssshhh...sssssssssshhh" Y si la tolerancia de tú hijo es de cero patatero no te preocupes, la sala estará llena de niños igual que el tuyo voceando, bramando, berreando y desgañitándose. Aunque si resulta insoportable, también puedes intentar controlar a la bestia peluda recurriendo al sutil y socorrido soborno aunque vaya en contra de tus principios dietéticos: "Te llevaré al sitio de las hamburguesas..." O a la súplica del silencio absoluto cual dolorosa de Murillo:... No lo olvides. No te arriesgues. Si esto sucede en el cine, ni te cuento cuando visite una iglesia..

Y por último, justo antes de que empiece la película, llévale al baño...ni se te ocurra sentarte en el centro de la sala. La primera vez que pases entre la gente te miraran bien, pero la segunda y la tercera, querrán partirte las piernas. Por eso, no dejes que se beba de un tirón el agua o el refresco o inevitablemente te pasarás toda la película de paseo al baño y pondrás en peligro tu integridad física.

Si acaba la película y no se ha levantado, no se ha aburrido y no ha querido irse antes salvo algún "¿ya ha terminado?" cada vez que acababa una secuencia, te puedes dar con un canto en los dientes pues  has TRIUNFADO. Ahora, eso sí, tendrás que elogiarlo, adularlo, jalearlo...hacerle la pelota diciéndole que es un "niño mayor". Verás que cara de...."me hago el interesante".  Y por supuesto, prométele que lo repetirán.

Ayer firmé mi sentencia. Mi sentencia de muerte cinematográfica. A puerta gayola . Levanté mi mano dirigiendo la mirada hacia la cartelera con lágrimas en los ojos, la voz entrecortada e hiposa: "Dedico este adiós al cine de autor, a Lars Von Trier por esos momentazos cinematográficos estrambóticos, conceptuales y de videorecreaciones absurdas. Para dar la bienvenida obligada por las circunstancias marentales a Pixar, el general de las condecoraciones en animación gráfica en 3D.

Y esta fue la película con la nos estrenamos con el canijo. Os dejo con el video de una de las canciones de la banda sonora. Mola!




martes, 21 de agosto de 2012

Preguntas

Y llegó el día. Sí. El día en el que todo es pregunta. Preguntas incómodas, curiosas, absurdas, abiertas, cerradas...Vamos, que si existiera un doctorado en su formulación el canijo obtendría la mención summa cum laude por su maña, empeño y habilidad en el arte de indagación interrogativa.
¿Dónde está la feria? ¿Qué hay en la feria? ¿Hay niños y niñas? Y, ¿Abuelito por qué está sordo como una tapia? Y, ¿Tata toma café? Y , ¿por qué, porqué? ¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué el agua está mojada?...

Preguntas simples que delatan la curiosidad, la ingenuidad y la naturalidad de mi pequeño plumilla inquisidor.

-Mami, ¿tú tienes "pepe" y papá tiene "pito"?....
- Sí, cariño...
- Y verdad, ¿qué las niñas tienen cresta y los niños tienen línea?...
¿Cresta? ¿Línea? ¿Qué carajo  quiere decir?
- Si, Mami...Tú tienes cresta y eres niña...Papí tiene línea en la cabeza (raya) y es niño...

Comienza la etapa de calibrar el grado de curiosidad del canijo preguntón. El reto, ser capaz de contestar ,sin enredos, las dudas de mi gorrión.

lunes, 20 de agosto de 2012

Prisionera del corsé


El origen de las fajas quizás haya que buscarlo en el legendario corsé que dejaban sin aliento a mujeres de esbelta figura en su afán por reducir unos centímetros de cintura, realzando su pecho y marcando de forma exagerada su cintura. Quién no se acuerda de esa imagen de Scarlett O´Hara en "Lo que el Viento se Llevó" cuando le decía a Mammy "Aprieta más"


Lo único que destaca de la figura femenina es la cintura y el pecho. Se le llegó a llamar "avispero" pues hacía falta otra persona para ajustar el corsé y estrangular la cintura.
Esta pequeña historia sobre la faja tiene un porqué. Después de parir sufrí el daño colateral de conservar la barriga tipo bocoy. Mis continuas quejas, blasfemias e  improperios sobre mi flotador adiposo terminaron por tumbar a mi sentido común. ¿Cómo? Haciendo caso de los antediluvianos consejos post-parto de mi madre. Obviando, por otro lado, tirar por la senda de la cordura y la razón por el camino del sufrimiento pero falto de masoquismo, el DEPORTE.
Ya sabéis que las madres, benditas ellas, son una fuente inagotable de sabiduría en temas preñeriles. Pero a veces, pueden resultar estomagantes, hartiables y aburrir hasta "el infinito y más allá": "¡Nena! la sal; ¡Nena! la comida; ¡Nena! ejercicio; ¡Nena! los dulces; ¡Nena! los pies hinchados como morcillas de burgos; ¡Nena!, ¡Nena!, ¡Nena!...la faja." ¿La qué?  LA FA-JA ¡Ni muerta! El simple hecho de pensarlo me provocaba sensación de ahogo, asfixia, angustia...Su uso no está exento de sacrificio. Al ser tan ceñidas, se convierten en una segunda piel que, aprieta, estrangula, despachurra, apretuja, estruja...NI MU-ER-TA. 
Pero llegó el día. El día en el que el post-parto se hizo visible en mi espejo. Delante de mis ojos. De unos ojos con marcado estilo "Boterista"; volumetria exagerada iniciada desde pechos a caderas, haciendo una especial parada en boxees, oséase, barriga bocoy o tonelera impregnada de un carácter tridimensional enjundioso.  
Esta constitución adquirida de forma connatural hizo mella en lo más profundo de mi quebradiza autoestima post-partil. Dejando huella. Haciéndose notar cada vez que me animaba a ir a la tienda con nombre de mujer y que puede ser pronunciado con "S" y con "Z" dependiendo si te encuentras en la Península o en Canarias. De perfil, de frente, por detrás. Nada me convencía. Seguía viéndome como  esas señoritas rechonchas. Como un monstruo sobrealimentado con vientre hinchado.
Decido lanzarme. En mi cabeza se repetía como eco de túnel las palabras de mi mamá: "¡Nena, faja! ¡Nena, faja! ¡Nena, faja!.¡Nena, faja! ¡Nena, faja!.¡Nena, faja!.." Y de repente, ¡zas! Me veo en el área comercial de nombre archiconocido por todos los españolitos de a pié, el C.I. 
No era dueña de mi cuerpo. Las ordenes que mi cerebro mandaba a mis extremidades no respondían. Como una auténtica zombie me dirijo a la tercera planta, lencería. Y de repente, una avispada, rápida y perspicaz dependienta se acerca a mí. Con mi boca seca, intento articular palabra. Y así, de carretilla y  en voz baja, -me faltó decírselo al oído-, le suelto: "quiero una faja..."
Y llegó el día de probar la faja. Si. Un día de almuerzo con padre, madre, queridísimo, canijo, la faja y yo. Incluyo la faja, pues cuando me la calcé era como el invitado inoportuno, chinchorrero, incordio y mortificador. 
Para dar datos, me la enfudé con un vestido muy monísimo con la idea de comer poco para no reventarlo. Pero el concepto de voluntad y el ordeñamiento al que me veía sometida cada 4 horas por mi pequeña bestia me llevó a pegar la ignorada por respuesta. 
Pero no adelantemos acontecimientos. Llegamos al restaurante y en mi cabeza reinaba la imagen de ensalada y agua como vianda del día. La repetía a modo de mantra. "lechuga y agua, lechuga y agua, lechuga y agua...."
Mientras estaba de pié, bien. Toda estiradita. Con la columna vertebral equilibrada y recta. Sintiendo mi vientre plano. Estupenda pero irreal. La faja era como sufrir el garrote vil. ¡Dios mío! Sería incapaz de decir de corrido "supercalifragilisticoespialidoso..." Puñetera faja de los mil demonios. Pero antes muerta que sencilla. O antes enseñar, dientes, dientes que dejar ver, o caer mis carnes morenas o flotadores de embarcación de recreo. 
Llegó el camarero. De nuevo mi cerebro no responde a mis deseos. En vez de decir lechuga y agua dije; solomillo y birra. Pecado capital: Gula.
Mientras comía notaba como la faja se iba enrollando queriendo dejar paso a mi adiposo panza u odre. Al principio luché y me levantaba como la que no quiere la cosa, con disimulo. Moviéndome de un lado a otro. Cogiendo los extremos de la faja y, y, y, y, y, y, y, y.....aaaaaaaaaarriiiiiiiba....Una vez....Y bocado al solomillo....Y faja para abajo....Dos....aaaaaaaarriiiiba....Mientras mi madre me decía: "Hija, ¿qué tienes? Está colorada."
Lógicamente le contestaba con evasivas pues la faja la compré bajo secreto de sumario. Yo, la abanderada de, "no renunciaré a unas papas con carne por un pantalón de pitillo" pues sería poco menos que humillante reconocer que estaba embutida como una longaniza. Prisionera de la faja reductora. "No, mami. No pasa nada. La caló..."
Al final, gracias a Dios el sentido común se acercó a mí, -después de hincarme el solomillo, lassssss cervezas, la ensalada, el pan, el queso, el jamón y por supuesto la menta poleo con SA-CA-RI-NA-, para decirme: "¡Muchacha! Vete al baño y desenfúndate ese objeto diseñado por Bo Derek...que de Bo tiene sólo la de "bocoy" y de Derek, no tiene ná, salvo los sueños poco decorosos que una tiene con el buenorro de Derek el de la Obregón.
Así que le hice caso. Me la quité y hasta la fecha no he vuelto a saber de ella. No sé si me echará de menos pero lo que es esta menda lerenda, NI FISQUITO.  
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