martes, 13 de noviembre de 2012

Cuarenta y una semanas

El 17 de septiembre era cuando estaba previsto que naciera el canijo. Pero no, no sucedió así. 
El niño, quizás estaba algo confundido y pensó que su madre era elefanta y que debía estar ahí dentro hasta pasados 22 meses para salir con 100 kilos de peso y en edad preescolar. Pero no, no pudo ser. La naturaleza quiso que naciera humana, no Paquidermus tremebundus
Recuerdo cuando iba a las últimos controles o registros o, retomando el argot que dentro del mundo de las experimentadas y vetustas madres existe para referirse a algunas de las etapas del preñamiento, y la de los registros es una de ellas, como mi santa madre los llama: "las correas". Sí, lo oís bien: las correas. 
Una, que durante los 9 meses está todo el día con el ojo en garita, contratando participaciones preferentes con la santa sede por la súbita y repentina fe ciega depositada en vírgenes, cristos y beatos, mi cartera era un puesto ambulante de ésos que hay a pie de iglesia, producto del secuestro al que tenían sometido mis hormonas a mi agnóstico entendimiento de que las santas divinidades me ayudarían a combartir el canguelo preñeril,  para que llegue tú madre, tú santa madre y en un nanosegundo, con esa sutileza práctica que le ha dado mare, te desmonte, tú bienaventurada  y celestial confianza, diciéndote que lo siguiente, en tú proceso de mujer bocoy, será rodear tú panza de correas, postrada en una camilla, a modo de Hannibal Lecter en el Silencio de los Corderos. Ésa es mi madre. 
Pues recuerdo esos registros en los que llena de cansancio y desesperación, sin alcanzar ya a verme los pies, porque el cachorro de Dumbo diera señales de humo, el señorito, para que se manifestara cual espíritu de ouija, aquí, la futura parturienta, debía zamparse uno de los más emblemáticos y tradicionales dulces granadinos: la Martitoñi. En los cinco o seis registro que tuve, si quería  notar patada, mano o culo, el dulce alimento rico en grasas y colesterol era su gasolina. Ergo, atiborrarme a maritoñis podía ser la clave para encabritar al devorador de tortas y salir de su sueño de bienestar fetal. Peeeero, peeeero la evidente crisis hiperglucémica que sufriría no era una idea brillante, la verdad. Así que en el último de los registros a los que me sometí , viendo que el niño oKupa no se decidía a mostrar culo o cabeza , llegó la hora, la frase que tanto quise escuchar: "Mi niña, ¿te has traído la maleta? El Show va a comenzar... "

En el siguiente capítulo. Contracciones, respiración y tacto vaginal..."sáquenmelo de ahí, por el amor de diosss..."

TO BE CONTINUED....




2 comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...