11.37 de la noche. Azota el viento en la trasera del auditorio. El escenario está iluminado con una extraña oscura claridad. La gran sorpresa iba hacer su aparición. Nerviosa. Excitada. Intrigada por lo que me voy a encontrar. De qué voy disfrutar
Comienza el espectáculo. En la oscuridad del escenario comienza a aparecer el sexteto. "Mi grupo." El que descubrí hace cuatro años: Vetusta Morla. Sí, estaban ahí. Delante de mí. Pucho, el cantante, David, el indio, Álvaro, Jorge, Guillermo y Juan Manuel.
Comienzan. No. No puede ser. Mi sueño se ha hecho realidad. Bueno, dos. Uno, el inicio del espectáculo tenía que estar a la altura. Fuera, como fuera. Un buen repertorio, el orden, el ritmo del concierto es fundamental para terminar rendido a los pies de tus ídolos musicales. De ello depende. El otro deseo, desconectar. Sentir la música. Para alcanzar ese deseo se tendría que dar la imagen de sentirme sola. Cerrar los ojos y sentir el poder de Vetusta: emocionar sin entristecer. Llenar tu cerebro de notas musicales: un Mi, un Fa, un Sol. Esperar que entre ellas estuviera mi canción, significaría mucho para mí: sería como una gran revolución hormonal. Así lo deseé; con fuerza, con vehemencia, con intensidad y energía...Y mis deseos se cumplieron de sobra.
El poder de este copperfiliano grupo: contar historias con una armonía poética sin excesos. Sin angustias sentimentaloides. Como si de un cóctel de ginebra se tratara, amargo, seco pero con un regusto fresco y de aire distinguido que enmudece hasta el extremo. Eso es para mi la música. No se trata de sonidos empaquetados, como esos juguetes de bebés con pilas que dicen "pruébame" y aprietas y suenan, sin más. La música, la de verdad, no suena: te atraviesa el cuerpo de parte a parte.
Haciendo honor a su nombre pueden presumir de ello, como Morla, una tortuga que optó por creerse lo justo para no convertirse en nada. Ellos estoy segura que lo único en lo que creen es en su música en ser auténticos, como ella. Sin creerse nada. Aunque bajo etiquetas, en el escenario te hacen olvidar lo que les encasilla. Sólo hacen música. Sólo hacen vibrar al público. Pucho. ¡Qué voz! Haces honor, también, a una de mis frases favoritas de una de tus canciones: tus movimientos son con los de "un lazo en un ventilador." Ligero. Etéreo. Sutil y enérgico.Transmites. Conectas.
Las canciones son el reflejo de nuestros sueños, Vetusta sabe mucho de eso. Lo expresa en sus letras, que hablan de resistir, en no dejarse hundir. En estar aquí , diciendo lo que nos pasa, diciéndolo con música para que sepan que sabemos, para que sepan que, como lo sabemos, como lo gritamos, como lo cantamos, y que también vamos a empezar a actuar.
Son las 1:15 de la madrugada. En esta hora y media con Vetusta he disfrutado de ser "Valiente", de creerme el "Rey Sol", de formar parte de "Los días raros", de entender "Lo que me hace grande"pisando "Baldosas amarillas" "A tientas" para con mi "Maldita dulzura" ser "Boca en tierra" y buscar sin miedo tu "Escudo Humano" llegando a "Copenhage" para finalizar con "La cuadratura del círculo..."
Vetusta Morla, descubrir tú música ha sido como encontrar una identidad, un código. Me ha bastado una hora y treinta minutos para entender que parte de mi código está en tus letras y melodías de magnitud evocativa. Letras que suenan a himno para darte la oportunidad de pertenecer a algún lugar de los "Mapas."
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