¿Cuáles son esos hombres, cuál debe ser su coraje y su pasado para venir aquí a enterrarse vivos? Me siento obligado a pensar que se trata de titanes o paladines...
Leskov, N. (1874)
Soy consciente de la diversidad emocional y hasta soy consciente de la generalizada insensibilidad que hoy por hoy se corona como la gran losa de este mundo individualista y polarizado. Ponerte en el lugar del otro no es cualquier cosa y dejar que te penetre, sólo unos centímetros, sería un riesgo, una fatalidad, una estupidez; sería como abrir las puertas a un virus agresivo y dificil de combatir. Casi mejor recurrir a la vacuna de la troika emocional del negro corazón donde se ahoga la piedad: NO AYUDA, NO EMOCIÓN, NO SABER. Esa es la garantía de una vida cómoda y feliz: no dejarse golpear por las inmensidades de la turbación y las irreverencias de un ser condenado a no dejarse ver.
Este es el problema. Esta es la infame verdad.
Quizás se llamaba: FATOU o AMINATA, o AISSATOU o AWA, FATOUMATA, KHADY, MAIMOUNA o quizás ADAMA. Podía llamarse de cualquier manera, ¿a quién le importa? ¿ Alguien se lo preguntará? ¿Alguien la nombrará con amor, con alegría e incluso con desdén? Dicen que si algo no se nombra no existe, ¿acaso existe ella? ¿ Acaso existen ellas? No importa mucho hablar de singular o plural, no importa nada. Lo que importa es mantener una realidad de verdor perpetuo que de gris sombrío, espectral, casi carcelario. Perpetuar un mundo feliz y distópico al estilo Huxley.
Ante nosotros, sentada en la arena de la playa, apereció la sirena africana. Exhausta por la calima, el sudor llenaba su piel de ébano agrietada por el justiciero sol, aquella mujer sin nombre de cara afilada, de pequeños y tiernos labios, y pelo enroscado en un turbante africano repetía, uniendo los dedos de su mano izquierda llevándosela a la altura de la boca realizando un escueto gesto con el que nos quería transmitir su estado famélico, con un debilitado y susurrante acento francés: " Adei moi, adei moi, adei moi..."
Los ojos verdes de aquella mujer invisible se vidriaron mientras los miraba. Pensé que su mirada era la mirada de miles de mujeres que quedan clavadas en un destino sin retorno, en un esfuerzo frustrado, en una condenada probreza a la inexistencia. Asi, ad infinitum ¿Justo? ¿Razonable? Nosotros tenemos el cuchillo y ellas reciben el corte. Es esa la razón que todo lo entiende que todo lo vale que todo lo destruye..
Cuatro miserables euros rompieron el eco del dolor. Cuatro asquerosos euros que demuestran la razón del más fuerte. Cuatro insignificantes euros para superar el sofocante día recorriendo, de punta a punta la playa, quien sabe cuantas veces, cargada de baratijas y tristes pensamientos. Porque si, son tristes. Si, son lamentablemente ásperos, silenciosos y vacios.
¿Acaso no somos todos de carne y sangre bajo la piel? Titanes, paladines, sirenas. Hombres y mujeres.
ADEI MOI el canto de la sirena de ébano que no devora ni seduce pero si rompe, como una piedra en un cristal, de forma seca y afilada, el cómodo confort.
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