Ahora que está tan de moda aquello de la "superioridad intelectual masculina" va, y me sucede una cosa que me hace pensar que todavía hay esperanza con éste género, el masculino. Y hay esperanza porque gracias a esos pequeños ejemplos diarios que cada una de las mujeres, madres en este caso, damos a nuestros hijos, y permitan que haga una excepción y centre mi discurso en mi nuevo TRABAJO, en el que llevo cuatro maravillosos años y para el que me siento capacitada intelectual y emocionalmente, para contextualizar aquello que no deja de escocer, a algunos de los machos que pueblan el reino de Atapuerca, que las mujeres seamos trabajadoras, independientes, madres, universitarias, amas de casa e incluso tengamos cerebro y podamos llegar a ejercer un respetable cargo político.
Pues bien, como decía, esos pequeños ejemplos de tesón, disciplina, amor, respeto, libertad, autonomía, equidad, trabajo son los que salvarán a nuestros hijos de ver con los ojos del machismo más arcano y retrógrado. Y somos nosotras, las madres, pese a quien le pese,- (a pesar de las grandes paparruchadas sexistas en las que nos encajan, por los siglos de los siglos)-, las verdaderas valedoras de todas estas lecciones de humanidad. Hemos de hacerlo por el bien de ellos, y por el nuestro, para que sean hombres y mujeres respetables. Seres humanos críticos y con conciencia de género.
El otro día, -pareció ser como una especie de señal divina, coincidiendo con las declaraciones del "Macaco japonés"-, la observación que hizo mi hijo, con tan sólo cuatro años, resultó ser el hilo dentro del ojo de la aguja. Fue como si de repente todo encajara después de una dura jornada de trabajo. Esas palabras que lazó, hicieron que se esfumara cualquier gruñido venido de la boca del hombre de las cavernas. Después de verme todo el día danzando de un sito a otro sin parar desde las siete de la mañana, cuando comienza la batalla en casa, hasta las ocho de la tarde cuando se cierran las puertas del cuartel: llevándolo al colegio, organizando la casa, estudiando, haciendo compras, jugando con él,…etc, etc,…En una de esas paradas para tomar aliento mi canijo soltó, - y he aquí la esperanza para librarse del contagio de ése discurso de "macho de las cumbres"-, con todo el sentimiento y el convencimiento de que lo que decía le salía de los más profundo de su corazón, me dijo: "¡¡Mami, qué trabajadora eres!!
¿!Inferiores intelectualmente!? Después de este comentario del canijo, me la bufa. Quedará grabado a fuego en mi orgulloso intelecto de mujer y madre. Básicamente porque: no se ha hecho la miel para la boca del asno. Somos los suficientemente capaces y superiores intelectual, o lo que carajo nos propongamos, frente a cualquier testosterona andante!!
Pues bien, como decía, esos pequeños ejemplos de tesón, disciplina, amor, respeto, libertad, autonomía, equidad, trabajo son los que salvarán a nuestros hijos de ver con los ojos del machismo más arcano y retrógrado. Y somos nosotras, las madres, pese a quien le pese,- (a pesar de las grandes paparruchadas sexistas en las que nos encajan, por los siglos de los siglos)-, las verdaderas valedoras de todas estas lecciones de humanidad. Hemos de hacerlo por el bien de ellos, y por el nuestro, para que sean hombres y mujeres respetables. Seres humanos críticos y con conciencia de género.
El otro día, -pareció ser como una especie de señal divina, coincidiendo con las declaraciones del "Macaco japonés"-, la observación que hizo mi hijo, con tan sólo cuatro años, resultó ser el hilo dentro del ojo de la aguja. Fue como si de repente todo encajara después de una dura jornada de trabajo. Esas palabras que lazó, hicieron que se esfumara cualquier gruñido venido de la boca del hombre de las cavernas. Después de verme todo el día danzando de un sito a otro sin parar desde las siete de la mañana, cuando comienza la batalla en casa, hasta las ocho de la tarde cuando se cierran las puertas del cuartel: llevándolo al colegio, organizando la casa, estudiando, haciendo compras, jugando con él,…etc, etc,…En una de esas paradas para tomar aliento mi canijo soltó, - y he aquí la esperanza para librarse del contagio de ése discurso de "macho de las cumbres"-, con todo el sentimiento y el convencimiento de que lo que decía le salía de los más profundo de su corazón, me dijo: "¡¡Mami, qué trabajadora eres!!
¿!Inferiores intelectualmente!? Después de este comentario del canijo, me la bufa. Quedará grabado a fuego en mi orgulloso intelecto de mujer y madre. Básicamente porque: no se ha hecho la miel para la boca del asno. Somos los suficientemente capaces y superiores intelectual, o lo que carajo nos propongamos, frente a cualquier testosterona andante!!
Menos mal que esto pasará, como pasa todo, y las aguas volverán a su cauce, aunque de perros rabiosos sabemos que está lleno el mundo. Pero lo que verdaderamente importa es desterrar este tipo de huella en ellos, nuestros hijos. Para que no nos devuelvan a la caverna y nos hagan creernos que somos mujeres sin propiedad ni juicio y convertimos en manipulables e incluso impunemente maltratables.
P.D:
Ahí lo dejo
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