viernes, 7 de junio de 2013

La nena. Primera entrega...


Nací un 18 de junio de hace ya casi cuarenta primaveras.¡Qué se dice pronto! Y echando la mirada atrás todavía recuerdo esos corrillos en el patio del colegio con mi chupi pandi donde divagábamos, con cándida y aparente profundidad, es decir, con el pavo que nos daba la edad, imaginando qué echuras gastaríamos cuando la pubertad  hiciera visible las modificaciones propias del paso de la infancia a la edad adulta. Pues bien, ahora me doy cuenta de que teníamos demasiada prisa por crecer y por qué no decirlo, por ponernos, y utilizando la retórica, un sujetador. 

Seguramente que si le contara lo de mi crisis a mi santa madre, su respuesta sería algo así como: “¡Ay, nena! ¡Tan grande y tan tonta!” Mi madre. Una chicarrona del norte. Una mujer hecha así misma. Una mujer de extremos: dulce y tierna como un macarons parisino de lo más chic, o estropajosa, ácida y bruta como ella sola. Su lado antagonista de madre Darth Vader se manifiesta en situaciones en las que requeriendo ciertas habilidades para el manejo de situaciones de alto riesgo emocional, ella, que es muy liberaldivosa las resuelve, resolvía y resolverá, hasta el final de sus días, (que sea muy, muy tarde. No me lo tengas en cuenta, mami), de un plumazo, a quema ropa y sin pudor. Por ejemplo, lo de mi super-pandi y nuestro “super-tema”: ¡queremos tener tetas, ya! Algo, sin lugar a dudas super-preocupante, super-alarmante, super-inquietante, mega-super-super importante para nosotras. Tanto, que la simple idea de imaginarnos no resolver dicha disyuntiva, lencero-existencial, desembocaría  sufrir un trauma psicológico en nuestro tránsito a la adolescencia. Pues bien, ella, la más grande, lo simplificó de forma tajante y con la enjundia castellana que tanto le caracteriza: “¡Gilipolleces!”. 

Dando mi brazo a torcer, y sin que sirva de precedente, pues a terca no me gana nadie y una tiene una imagen y reputación que preservar, y más aún si se trata de darle la razón a mi madre, me atrevería a decir que es algo genéticamente imposible, impracticable e irrealizable, analizando con perspectiva esta frase llena de una escrupulosa delicadeza y exquisito sentido común, reconozco, reconozco, (¡cómo me cuesta admitirlo!), que tenía más razón que un santo: “Gilipollez profunda”.

Imagino, con objeto de minimizar la ofensa que hizo mi madre a toda una generación de acólitas de la “Super Pop”,(aquí es donde te voy a echar el capote, mami), que lo qué a ella le preocupaba, (porque ella es muy así, muy, a ver, airosa, (nótese la ironía)), era, que esa edad de la tontería se alargara en el tiempo. Hecho que, por supuesto, ni remotamente ha sucedido; al menos para mi, para mi santa, creo notar, a veces, que sigue cuestionándoselo. Sobre todo, cuando se plantean situaciones calificadas, por la susodicha, de filicidio in-extremis, esto es:cocina, labores de casa o compra en grandes superficies...Y es aquí, en estas localizaciones, en las que sospecho que mi santa sigue pensando que soy esa “puber- wonderbrá qué ni chicha ni limoná” cuando, apostillando con brío y cierto desdén, bufa : “¡Anda, nena! ¡Anda! ¡Quita! ¡Quita de ahí, y tira!”.

Y la nena por fin tuvo su primer sujetador y hasta las medias de blonda imitando a mi idolatrada Madona. Porque también, mi santa tuvo que bregar con mis episodios de apasionada forofa del star musical ochentero. He pasado del pop más ñoño al punk más radicalero. Y todo, todo se lo tragó mi santa madre. Pero ojo, lo sorprendente es que con más pasión e ilusión que la mía propia. No me faltaba ni un detalle si en una de mis ventoleras de fan quería blonda, pinchos, botas o tacones. Completita, completita siempre. 

En fin, que la nena siguió su camino. Y la nena pasó el colegio y el instituto con crisis de la adolescencia incluida. Por que la pasé, si. La pasé aunque ahí estaba de nuevo mi madre para pararme los pies y plantarme el culo al suelo como un mojón de carretera secundaria. Y de nuevo con una de sus palabras mágicas: “Mamá, no me entiendes. ¿No entiendes que estoy pasando por la crisis de la adolescencia?” Le decía yo con mi corazón compungido. Y ella, cual pérfida de mackbeth, me contestaba: “¡Y un cuerno tienes tú!” 

Y la nena seguía creciendo. Y entremedias apareció el galante y apuesto isleño. Si. Él. El que sin pedir permiso a mi añejo padre se coló en mi casa si solicitar audiencia. ¡Y se lió parda! Al pater, o le daba una angina de pecho, o me desterraba por hija impúdica, o recibía al pajarito guache con alfombra roja. Pero me equivoqué. Entre las tres posibilidades olvidé las costumbres y tradiciones del pater chapado a la antigua usanza. Mi vestusto padre quería que mi bronceado y surfero pretendiente, que había visto a su bombón de hija en forma y posturas que ni él mismo imaginaría, me hiciera la corte cual doncella medieval. Debía seguir el protocolo de cortejo. Debía  pasar por tribunal militar antes de poner un pié en tierra santa. Pero yo, que a macarra, rebelde y desobediente no me gana ni el Tato, presta, le planté cara, cosa que él no se esperaba, diciéndole que si había unas reglas, no escritas, sobre noviazgos y derechos de pernada, ésta que estaba delante de sus narices no estaba dispuesta a pasar por el aro. Claro, todo esto con la ventaja de que soy “su ojito derecho”, todo sea dicho; porque aquí una es chula, pero sin excesos, que el pater, es el pater. El hombre del celo filial, tenía lo suyo. Pero es que aquí, la menda, también lo tiene. Y como era de esperar el pollo entró en territorio hostil ganándose al celoso pater.

Pero aquí no acaba mi disertación sobre mi “crisis de los cuarenta”; se me hace más difícil ser cuidadosa que practicar el auto-vapuleo pues si cuantifico este pensamiento llevo, exactamente, dieciséis mil cuatrocientos días orbitando en éste terruño que habitamos. ¡Ay carajo! Si mi espíritu fuera más común, pragmático e indolente, quizás la frase, “no pesan los años, pesan los kilos”, sería una buena forma de asumir que la vida pasa y los años vuelan...

TO BE CONTINUED...

4 comentarios:

  1. Me encanta la foto, REINA. Y maravillosos tus padres, que lo sé. Brava esa madre que te impone con una mirada y te da confianza con una sonrisa, eso no lo hace todo el mundo. ¡¡¡Quiero la siguiente parte destroyer!!!

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