martes, 11 de diciembre de 2012

Qué, !!!estamos!!!

Antes de que explotara toda esta escandalosa, injusta e insolidaria crisis, existían aquellos fines de semana, bastante habituales, en los que nos lanzábamos al relax y al desenfreno; pues una aguanta el sosiego un hora, a lo sumo dos, mi condición de mujer jaranera y chirigotera puede a esa parte zen que llama a gritos a mi materia gris john travoltiana en friebre del sábado noche. Como decía, aquellos tiempo de vinos, rosas (pocas veces, la verdad) y abundancia, la dedicábamos, por lo menos, una o dos veces al mes a largarnos de fin de semana a algún hotel mono y divertido. 

Lo dicho, esta vez no esperamos mucho. Después de las vacaciones de navidad y gracias a que aquí, la que escribe, estaba currando, que a estas alturas mi hipotálamo no identifica la palabra trabajo en espacio público, decidimos hacer terapia de desintoxicación de tanto polvorón, manteado y anís del mono. El sitio, idílico. Un hotelito rural, que como su propio nombre indica: vida de campo y sus labores, básicamente.

Henos aquí. En plena naturaleza. Un remanso de paz. Cuando llegamos ya traíamos la mosca detrás de la oreja. Con el calendario que mi madre me regala todos los años, uno de esos de cartón con la imagen de estampa navideña en la parte delantera y la publicidad, en la parte de atrás, de alguno de los comercios de mi pueblo anunciando sus sabrosas delicatessen, chacinas, embutidos y otros souvenirs, echo cuentas de mi ciclo menstrual. O-o. La roja no ha dado señales de vida. La roja lleva una semana, ¡dios sabe dónde! Intento no ponerme nerviosa. Intento pensar que será un retraso normal. De nuevo, me transporto al mundo del retiro espiritual, pensando que al día siguiente, cómo mucho, hará acto de presencia.

Seguimos con nuestro periplo campestre rural. Le comento mi inquietud al que hoy por hoy es padre, y con una media sonrisa entre nerviosa e inquieta me dice que no me preocupe que será un desarreglo producto del estrés. Esas palabras me tranquilizaron pero el runrún de, ¿y si estoy? ¿y si estamos? No se separaba de mi pensamiento. De hecho todo aquel día no paramos de hacer elucubraciones con la posibilidad de que estuviéramos esperando. Entre birra y birra, pitillo y pitillo, pasaron: nombre, sexo, cambio hormonal, físico, preparativos neonatales e incluso la forma de comunicar a la familia que íbamos a ser madre y padre...Era una sensación extraña. Rara. Curiosa. Llena de inquietud. Pero sobre todo llena de AMOR.

Siete de la mañana. El runrún ha estado toda la noche pegado como un chicle en mis sueños. No puedo más. Ni un sólo síntoma premenstrual. Me toco los pechos, y nada. Igual que siempre. Me miro la barriga por si hay algún tipo de hinchazón que anuncia la cercanía de mi amiga, y nada. Tampoco he tenido esas ansias por comer, ni tampoco tengo sueño de marmota, ni ando de un humor de perros, (qué descripción más bonita de la sintomatología premenstrual, ¿verdad? Nótese la ironía.) NA-DA DE NA-DA. Me dirijo al baño. Sentada en la taza del wáter rezando a todos los santos mientras apretaba, casi buscando lastimarme, la compresa; hago pis, recojo un trozo de papel para limpiarme y encontrar la sorpresa de color rojo. ¡Qué minuto más largo! ¡Qué nervios! ¡Jamás había tenido, en mis 36 años, más ganas de que viniera la 28días!..........Me limpio y.....NAAAAAADAAAAAA!!!

Subo a la parte abuhardillada de la habitación. Allí estaba esperando ansioso el futuro papá. Creo que en el fondo esperando, entre acojonado y feliz, que le dijera que la 28roja no se había pasado por el hotel, se ve que lo rural no le iba mucho. Es cañera, igual que yo. Y una jodida... igual que yo.
Me acuesto junto a él. ¡Qué! ¡Qué! ¿Te ha venido?...Lo miro con cara de pavor, y le digo: " Tenemos que comprar un predictor."

El camino del hotel hasta la farmacia, cómo lo diría, eterno, kilométrico. Parecíamos estar jugando al juego de la oca: ¿quién va a pedir el test de embarazo? Yo no. Tú. No, tú. Yo no. Tan grandes y tan tontos. Pues sí, tan tontos. Al final me salí con la mía y lo pidió él. Entramos en la farmacia. El azorado  y cohibido padre con voz susurrante le echa un par: Ho-o-ola. Mientras yo, me dedicaba al disimulo mirando los productos de higiene para bebé, fíjate tú que ironía. El padre seguía con su misión. Con un hilo de voz y mirando hacia un lado y hacia el otro, se atreve: "Qui-qui-qui-quiero un-un-un test de embarazo....." La farmacéutica, no sé si por choteo, haciéndose la sorda le echó todo el oxigeno a sus pulmones y le replicón con el volumen de unos 450.000000000000....decibelios: "¡Ah! ¡UN TEST DE EMBARAZO! SI. AHORA MISMO." Imagínense nuestras caras de batata. No he sufrido peor humillación pública.

Prestos salimos de allí hacia el hotel. A ver, ¿como mierda se utiliza esto? ....No te pongas nerviosa,-replicaba el padre- Tranquila. Dice que eches una gota de pis en la cánula y que se espere unos minutos. Si sale rosa, estamos. Si no....Pues imagino que NO. NO SÉ. ¡TOMA, YA!
Voy al baño. Le pido ir sola. Él al igual que si estuviera en la sala de espera de un hospital, agitado, ansioso y angustiado por si si o si no.
Gota. ¡Clin! Y salgo. Coloco el test encima de la mesa y ya lo único que nos quedaba era esperar. Tic, tac, tic, tac, tic, tac...Una tenue, tenue, tenue,tenue, tenue, tenue...Parece...Parece...Parece...Tenue...Tenue...Tenue...Tenue..Se torna...SE TORNA...SE TORNA...ROOOSAAAA!!! ¡¡Qué, estamos!!

Después de aquello quisimos dejar testimonio del recuerdo de ese fin de semana que nos cambió la vida PARA SIEMPRE. En el libro de visitas del hotel dejamos escrito que regresaríamos a aquel hotelito lleno de vida con el fruto de nuestro AMOR, BRUNO!!


2 comentarios:

  1. Oooh!!! Que bonito, que tierno, que emocionante tu relato. Que manera más maravillosa de concebir a Bruno.

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    1. Gracias guapa. La verdad que sí, que fué una forma muy divertida y llena d amor enterarnos de que íbamos a ser padres.
      Gracias por comentar y pasarte por aquí. Beso

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