Todavía, a pesar de que ya son dos años, se repite la misma sensación,- que cuando mi canijo era un garbanzo,- de valor, vehemencia, de coger el toro por los cuernos; y de inquietud, contrariedad, tedio, pereza, extenuación, fatiga y a veces enfado, cada vez que se inaugura un periodo en la vida de, y con Bruno. La labor de observar, estimular y premiar,- como tu churumbel se hace mayor-, es tarea agotadora, ajetreada y con riesgo de ser decepcionante. Por lo cual se requiere de mucho entrenamiento y de ánimo zen. También es verdad, que a cada peldaño que subes, en esa escalera hacia el cielo, significa un progreso más, una victoria de Bruno, de papá y de mamá. Un: "Por fin." Un: "Ya está." Un:"Lo conseguimos". Pero hasta que esto ocurre el estado anímico, físico y personal de la familia pasa del temporal más extremo, a una fase de pseudomemoria en la que es difícil determinar si son ciertos o no lo hechos pasados. Es increíble, pero cierto. No es que se trate de hechos traumáticos que se quieran olvidar. Pero al estar llenos de estrés rinde al más fuerte, física y psíquicamente. Con lo cual se sufre, con premeditación y alevosía, una amnesia parcial de lo acontecido. Colateralmente brota la lucha entre las debilidades y los deseos. El pensamiento de: "Quién me mandaría a mi" es una constante. Gira y gira durante la semana, o el mes que dura la prueba...
Llega la noche. Rendida. Derrotada. El último aliento del día, aún, es para tu pequeño "Neutrino". Lo acaricias. Todavía preocupada lo tocas: "¿tiene frío?" Me digo: "¡Ya acabó el día!" "Deja la guardia." Replico."Él está bien." Me convenzo. Lo tapas. Lo besas. Por fin te acuestas a su lado para cerrar los ojos y dejar descansar a tú cuerpo cascado y fatigado. Aunque dedicas un último minuto, que es lo que gana el cansancio al pensamiento, a contemplar, en este tiempo de silencio y nostalgia ñoña, a tú gorrión: "el mundo de Bruno va demasiado deprisa y está bien. Pero pretende ir a la velocidad de los neutrinos. Y yo me conformo con ir tan deprisa como la luz. ¿Romperá mi neutrino el límite de velocidad de mi barrera cósmica?...
Llega la noche. Rendida. Derrotada. El último aliento del día, aún, es para tu pequeño "Neutrino". Lo acaricias. Todavía preocupada lo tocas: "¿tiene frío?" Me digo: "¡Ya acabó el día!" "Deja la guardia." Replico."Él está bien." Me convenzo. Lo tapas. Lo besas. Por fin te acuestas a su lado para cerrar los ojos y dejar descansar a tú cuerpo cascado y fatigado. Aunque dedicas un último minuto, que es lo que gana el cansancio al pensamiento, a contemplar, en este tiempo de silencio y nostalgia ñoña, a tú gorrión: "el mundo de Bruno va demasiado deprisa y está bien. Pero pretende ir a la velocidad de los neutrinos. Y yo me conformo con ir tan deprisa como la luz. ¿Romperá mi neutrino el límite de velocidad de mi barrera cósmica?...
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